La Detección de la Mentira en la Entrevista de Investigación

¿Te ha pasado alguna vez que, al realizar una entrevista de investigación, mientras observas el comportamiento de los ojos del entrevistado, o al reconocer ciertos comportamientos en sus manos, pies y/o torso, logras identificar sin lugar a duda que este está mintiendo en su declaración? A mí sí, cientos de veces, tanto en entrevistas de investigación como durante entrevistas de selección de personal. Pero, sin importar lo que mi experiencia o tu experiencia nos puedan indicar respecto a si se puede o no determinar si un entrevistado habla con verdad o con mentira al observar su comportamiento no verbal, la ciencia nos dice que estas observaciones están basadas en creencias populares y no tienen ningún fundamento científico.

 

Ya sea que contemos con entrenamiento formal o que seamos autodidactas, es muy posible que tú y yo hayamos hecho estas observaciones de forma consciente o inconsciente, gracias a los miles de horas de conferencias, seminarios y programas de entrenamiento públicos y privados, así como a los cientos de libros y artículos publicados en revistas especializadas que nos han repetido, una y otra vez, que el examinar si un entrevistado presenta determinadas señales conductuales es útil y confiable para señalar si este habla con verdad o con mentira respecto a un tema en particular, aún cuando estas afirmaciones no tengan ningún tipo de sustento técnico o científico.

 

Las creencias populares y mitos respecto a la detección del engaño mediante la observación del comportamiento no verbal del entrevistado son posiblemente el paradigma más difícil de vencer para un entrevistador profesional, ya que como seres humanos damos regularmente un mayor valor al conocimiento que hemos adquirido de forma empírica cuando esta experiencia contradice los estudios formales realizados a través del análisis científico. Pero, nos guste o no, la verdad puede ser encontrada en cientos de estudios que contradicen, a una sola voz, estas creencias populares. Para muestra un botón:

 

En 1980, el investigador Robert Kraut publicó un estudio titulado “Humans as lie detectors”, en el cual trata de resolver una pregunta muy simple, pero totalmente relevante para el tema que estamos revisando: ¿Cuál es la precisión del ser humano para determinar si su interlocutor miente mientras este cuenta una historia, con la simple observación de sus gestos y movimientos corporales? Para lograrlo, hizo uso de los estudios científicos que habían sido publicados sobre el tema hasta ese momento. El resultado obtenido al analizar todos estos estudios le permitió a Kraut identificar que el grado de efectividad del ser humano para detectar la mentira en una declaración ronda tan solo el 57% de efectividad. Es decir, que por cada 100 historias falsas que el ser humano promedio escuche, terminará creyendo 43 de ellas aún cuando estas sean solo una sarta de mentiras.

 

En una investigación más moderna y amplia, en el año 2000, el Dr. Aldert Vrij analizó los resultados de 39 estudios similares encontrando que la precisión promedio del ser humano para detectar mentiras era de tan solo el 56.6%, observando además que, en ninguno de estos 39 estudios, los investigados lograron alcanzar una tasa mayor del 64% de efectividad.

 

Estudios posteriores del Dr. Vrij demostrarían que, tras revisar 108 investigaciones con un total de 16,537 personas analizadas, la tasa promedio de efectividad para detectar mentiras en un ciudadano promedio es del 54% y que cuando este ciudadano recibe entrenamiento formal en el tema, esta solo logra alcanzar en 57% de efectividad.

 

En 2006, el Dr. Michael G. Aamodt realizó un análisis similar, pero esta vez con 193 estudios, sumando un total de 14,379 observadores analizados, encontrando que la precisión media de estos alcanzó solo el 54.5% de efectividad. Aamodt publicó sus observaciones en un artículo titulado “Who can best catch a liar?”, y fue más allá de los otros analistas al observar además que la efectividad promedio de los entrevistadores “entrenados” en el tema era igual o incluso peor que la del ciudadano promedio (Datos obtenidos en los Estados Unidos de América), logrando una precisión de tan solo el 50.8% en los detectives de policía, del 54.5% en los policías federales, del 55.3% en los agentes de aduanas, de 59.0% en los jueces y del 61.6% en los psicólogos, profesiones, todas ellos, en las que la detección de la mentira va más allá de una simple apreciación y pone en riesgo la salud, la libertad e incluso la vida de cientos de personas diariamente.

 

Ese mismo año, el Doctor Charles F. Bond Jr y la Doctora Bella M. DePaulo de la Universidad de Santa Barbara California, publicaron una investigación bajo el nombre “Accuracy of Deception Judgments”, en la que, tras trabajar con 349 muestras y tras analizar a 22,282 sujetos de prueba, encontraron una precisión media del 53.4% de efectividad al detectar la mentira a través de la simple observación de comportamientos no verbales.

 

La lista sigue y sigue, pero los datos son duros, claros y muy contundentes: La capacidad de los seres humanos para discriminar entre mensajes verdaderos y falsos a través de la observación del comportamiento no verbal es muy baja, ya que, en el mejor de los casos, oscila entre el 50% y el 60% de efectividad, números que, si traducimos a términos llanos, son tan vagos como la aleatoriedad que existe al lanzar una moneda al aire para tomar una decisión.

 

La pregunta es, si la observación del comportamiento no verbal de un entrevistado no permite determinar si este declara con verdad o con engaño a preguntas específicas, ¿qué podemos hacer para saber si nos está mintiendo? La ciencia nos da, una vez más, algunas respuestas:

 

En 2003 la Doctora DePaulo analizó 116 informes de investigación sobre los indicadores no verbales y verbales de engaño, explorando un total de 158 claves conductuales y las relacionó el acto de engañar o hablar con la verdad. El estudio arrojó que tan solo 12 de estos indicadores podrían llegar a ser de utilidad, sobresaliendo la observación de la inmediaticidad verbal (rasgo del comportamiento no verbal que se asocia con la autorrevelación, el humor, el tono, la referencia a los rasgos positivos y el propios discurso), es decir, que las personas que mienten responden de manera menos directa, relevante y clara que las que hablan con verdad, y que además sus respuestas son evasivas, impersonales, ambivalentes, discrepantes, con menos detalle, con una estructura menos lógica y con un menor engranaje contextual que las que hablan con verdad.

 

Estudios similares realizados por Mark McClish y por James W. Pennebaker determinarían también la importancia de identificar el orden, el uso y el patrón de las palabras en la declaración del entrevistado para analizar la veracidad de sus declaraciones con un alto grado de efectividad.

 

Las estadísticas de cientos de estudios son contundentes, cada vez que observamos, de forma consciente o inconsciente, señales conductuales en el entrevistado y las relacionamos con la decisión de determinar si este habla con verdad o con engaño, hemos fallado como profesionales al dejar de lado la evidencia científica y al caer en la trampa y comodidad que nos dan las arraigadas creencias populares sobre el tema, y es que, aunque los seres humanos somos pésimos detectores de la mentira a través del comportamiento no verbal, también somos seres conscientes que podemos romper paradigmas y encontrar nuevas opciones de observación con las cuales determinar la veracidad en la declaración del entrevistado.

 

La tarea definitivamente no es fácil, pero tampoco imposible, especialmente cuando se cuenta con las herramientas correctas y con un buen plan de trabajo.


Información sobre los programas de entrenamiento del sistema Entrevista Dirigida de Investigación puede ser obtenida vía email: israel.robledo@controltotalderobos.com Haz hoy la transición “De la Táctica a la Práctica”.


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